febrero 25, 2014

Historias de Dragones

Me gustan los Dragones,  me gustan los Dragones mas que los unicornios. Los Unicornios son lindos, simplemente bellos, pero honestamente no me provocan nada mas. Los puedes observar por horas, pero no te develaran misterios, solo hablarán de lo bellos que son y cuanto han huído para no ser cazados.

Ahora bien los Dragones....

Una vez me topé con un dragón, en realidad creo que ambos nos topamos con el otro, pero no nos estabamos buscando, solo coincidimos en la montaña.

Era un claro él estaba recostado, descansando tal vez o pensando no lo sé, solo sé que lo sorprendí casi tanto como él a mi. Por un momento dudamos si el otro nos iba a agredir, así que lentamente y sin hablar comenzamos una danza en círculo para evaluarnos, para analizar el grado del peligrosidad, para evaluar nuestros límites y limitaciones, giramos y giramos, pensando, analizando, observando... nos quedamos un tiempo así, solo mirando retandonos a atacar o a huir. Era una batalla, no la guerra, pero si una forma de retarnos para ver quien era el mas fuerte, quién se acobardaría, quién daría el primer paso a la lucha o a la rendición.

En realidad nunca bufó, ni tampoco pretendió intemidarme con su enorme cuerpo o sus fauses, yo por mi parte no blandí mi espada en su contra, solo nos analizamos y evaluamos el terreno.

Al final ambos nos relajamos y nos quedamos uno frente al otro. Ya no había miedo, pero si había mucha curiosidad. ¿por qué esa enorme y peligrosa criatura no me atacó? ¿por qué no busque matarlo? no había una respuesta, solo un así fue.

Dejamos que el aire de tranquilidad se asentara y entonces comenzamos a platicar. Honestamente no se si fue él o fui yo o un poco de ambos, pero sin temor alguno empezamos a platicar.

Me parecía fascinante su forma de ver la vida, con la sabíduría que los años le habían otorgado, con la confianza y el miedo que su simple nombre había infundido. Si, me pareció un poco arrogante, pero a la vez tenía razón. Había sobrevivido a muchas batallas cuando otros más no lo habían logrado y yo, solo quería saber más, conocer más, aprender más! Conocer todos sus secretos y buscar la forma de aplicarlos a mi vida.

A él le divertía yo, no era que lo dijera, pero hay veces que el lenguaje no verbal dice más. Se sentía cómodo siendo él, se sentía bien de no estar a la defensiva, se reía con su ronca risa de la forma en que yo abordaba los temas y podría asegurar que en mas de una vez vi aprobación e ilusión en su mirada.


Esta relación era mortal, mundos opuestos, experiencias opuestas y sin embargo era funcional. Yo aprendía mientras él enseñaba, tenía alguien a quien dejar su legado aunque no se si realmente estaba convencido de eso. Pero en verdad, que funcionaba. Yo no buscaba robarle sus tesoros y él no quería tomar mi vida.

A veces me enloquecían las ganas de querer tocarlo. Su piel era un misterio para mi, se sentiría rasposa como la de un cocodrilo, sería lisa como la de una serpiente? Sería de piel fría o emanaría calor? Había aprendido a descifrar sus miradas y sus movimientos, pero su piel era el mayor de sus secretos. ¿Cómo reaccionaría a mi tacto? se asustaría? pensaría que yo querría domarle? Se alegraría de sentir esa interacción, se dejaría tocar y bajaría su última barrera?

Las ganas de tocarle y sentir su respiración de fuego bajo mi palma me atormentaba cada noche, una noche si y a la otra igual, pero había que guardar distancia, pues con este tipo de criaturas nunca sabes que podría pasar.

A veces soñaba que me dejaba montarle y juntos recorríamos valles. Esas tardes cuando me hablaba de como era el ver el mundo con sus ojos, ver las cosas que desde mi óptica parecerían tan grandes y desde su perspectiva en las alturas realmente no lo eran.

Si.. soñaba mucho con montarle. Aferrarme a su cuerpo y recorrer el mundo juntos, acariciar sus alas al extenderse, tocar sus garras, sentir como se tensa o como se relaja. Si.. algo de eso ya lo sabía, como dije aprendí a leerle, pero no quería conocerle como ya lo hacía, no con esta percepción sensorial, no, simplemente a veces deseaba sentir esa piel y descubrir el cómo se sentirá?

Pero claro, uno debe de saber cuando preguntarle al Dragón si te dejará montarle, uno debe de entender que un Dragón no es una mascota, no es algo que se deba domesticar.. 

Un Dragón debe volar libre, ir a su nido y reunirse con los suyos, regresar y comer caballos salvajes sin sentirse bajo la mirada inquisidora. Claro que podía decir ¿porqué atacas esa aldea? ¿porqué no mejor comer cabras del monte? y él me miraría con sus curiosos ojos, como quien escucha algo por primera vez, pero no lo cambiaría, solo (si yo tenía suerte), lo consideraría y después me daría una lección del porque sí y por que no.

El tiempo siguió y los villanos cuestionaron que pasaba, como era posible que me acercara a esa temida criatura, cómo era posible que un simple mortal tuviera el descaro de siquiera mirar a tal belleza.

Los dragones hablaron y le dijeron que uno no habla con la comida, y poco a poco esas habladurías comenzaron a interrumpir nuestras interacciones.

Sería que los villanos tenían razón? sería que los dragones eran mas inteligentes o sabios? Sabía alguien que era lo mejor? Ciertamente nosotros no.

Así que un día de pronto solo sucedió... El Dragón volvió a su solitaria y monótona, conocida, rutina (con todos esos pleonasmos imcluidos), y yo salí a recorrer el mundo en busca de nuevas aventuras.


Aún me gustan los dragones y espero poder en algún momento de su larga y temeraria vida poder volver encontrarle y decir ¡Viejo amigo, te he extrañado, ahora siéntate y cuéntame lo que ha pasado!


Mientras tanto, seguiré soñando con aquel Dragón, soñaré con su piel y con mis manos, recordaré un día si y otro no nuestras charlas nuestras risas,  continuaré aplicando lo que me enseñó y tratando de ser la mejor versión de mi.


25/02/16