Talvez, el querer encontrar el “problema”, fue lo que ocasiono que buscara entre mis recuerdos, y fue así como escudriñé en mi máquina. No tenía mucho que me había bloqueado y sin embargo lo extrañaba, lo extrañaba tanto que dolía, era como una pequeña voz que me decía que lo había arruinado y que jamás lo volvería a ver…
…Me encontré, con que en muy poco tiempo, habíamos hablado hasta por los codos y me puse a leer… Todo era un resumen de lo que habíamos hecho en el día, seguido de palabras sinceras. Realmente nunca encontré en que me equivoqué, pero la prueba irrefutable de que ya no quería verme estaba ahí…
Leí esas conversaciones, en que me decía que estaba cansado, o como yo lo veía el Apocalipsis de lo que estaba por pasar. Creo que la experiencia te hace ver que las cosas solo tienen una forma de ser y en efecto mi experiencia y mi olfato no me fallaron.
Releí la conversación, y de pronto, sin darme cuenta estaba llorando, llorando como en la primera vez que todo ocurrió, llorando por que necesitaba sacar el sentimiento, liberarme, necesitaba olvidar.
Olvidar, fue lo último que pude hacer, pues la tristeza aun seguía en mis ojos, tristemente, no podía odiarlo, no podía desearle el mal, no podía decir, “muere chico del mal”, por que en realidad no me sentía así… en el fondo, lo entendía.
Había ya pasado por esa experiencia y sabía lo que significaba que alguien te hiriera a tal grado de no poder volver a confiar en nadie…
Es chistoso, esa misma dolencia había sido la que no me dejó “experimentar un nuevo amor” y hoy se repetía la historia.
Después, como una luz iluminando mi cabeza, había al fin descubierto el verdadero problema…
Resulta que todos tenemos miedo, miedo de que nos lastimen, así que nos convertimos en tortugas que se esconden en un caparazón, montamos un escudo impenetrable a nuestro alrededor esperando que alguien nos vea y al mismo tiempo que nadie nos note. Conocemos a alguien, y nos empeñamos en buscar lo negativo, en lugar de disfrutar y aprender, pasamos el tiempo buscando las obscuras intensiones para así decir “lo sabía, sabía que me harías daño”.
La verdad es que estamos realmente solos, que nos sentimos tan solos que a menudo nos vemos vulnerables ante el sentimiento y nos escudamos en el miedo para encontrarle “3 pies al gato”, para huir antes de sufrir…
Lo chistoso, es que yo también tengo miedo, tengo tanto miedo como cualquiera a mí alrededor, pero antes de temer a que me lastimen, le tengo miedo a no vivir por miedo; esa era (o es) la clave de lo que yo soy, el no quedarme con lo que pienso con lo que siento.
Entendía a mi “niño estelar”, lo entendía tanto que podía justificar que me hubiera hecho llorar, lo entendía tanto que podría tomarle la mano y en ese instante besarlo y sin embargo, jamás lo haría.
No podía, ni puedo quitar sus miedos, y tampoco se si quiero hacerlo, talvez, yo era igual de egoísta al buscar a alguien que no era “viable” (por aquello de la falta de disponibilidad), pero sabía que quería escuchar de nuevo su voz, que añoraba sus risas, sus “palabras”, la forma en que sonreía ante el monitor (aunque yo no lo viera), la forma en que me hacía despertar.
Estaba llorando como la niña que siempre he sido, pero no solo por mi dolor, lloraba, por que a todos nos han herido y por ese mismo dolor nos hemos vuelto ogts y hemos herido, hemos aplastado y desdeñados los sentimientos de alguien mas.
Lloraba por que veía con tristeza como desaparecía de nuestro ser la capacidad de amar, lloraba por que el futuro de los niños sería solo el del “amor virtual”, pues SIEMPRE habría alguien a quien han hecho llorar.
Olviden por un momento el miedo, y por favor… aprendan a amar..!!!
…Me encontré, con que en muy poco tiempo, habíamos hablado hasta por los codos y me puse a leer… Todo era un resumen de lo que habíamos hecho en el día, seguido de palabras sinceras. Realmente nunca encontré en que me equivoqué, pero la prueba irrefutable de que ya no quería verme estaba ahí…
Leí esas conversaciones, en que me decía que estaba cansado, o como yo lo veía el Apocalipsis de lo que estaba por pasar. Creo que la experiencia te hace ver que las cosas solo tienen una forma de ser y en efecto mi experiencia y mi olfato no me fallaron.
Releí la conversación, y de pronto, sin darme cuenta estaba llorando, llorando como en la primera vez que todo ocurrió, llorando por que necesitaba sacar el sentimiento, liberarme, necesitaba olvidar.
Olvidar, fue lo último que pude hacer, pues la tristeza aun seguía en mis ojos, tristemente, no podía odiarlo, no podía desearle el mal, no podía decir, “muere chico del mal”, por que en realidad no me sentía así… en el fondo, lo entendía.
Había ya pasado por esa experiencia y sabía lo que significaba que alguien te hiriera a tal grado de no poder volver a confiar en nadie…
Es chistoso, esa misma dolencia había sido la que no me dejó “experimentar un nuevo amor” y hoy se repetía la historia.
Después, como una luz iluminando mi cabeza, había al fin descubierto el verdadero problema…
Resulta que todos tenemos miedo, miedo de que nos lastimen, así que nos convertimos en tortugas que se esconden en un caparazón, montamos un escudo impenetrable a nuestro alrededor esperando que alguien nos vea y al mismo tiempo que nadie nos note. Conocemos a alguien, y nos empeñamos en buscar lo negativo, en lugar de disfrutar y aprender, pasamos el tiempo buscando las obscuras intensiones para así decir “lo sabía, sabía que me harías daño”.
La verdad es que estamos realmente solos, que nos sentimos tan solos que a menudo nos vemos vulnerables ante el sentimiento y nos escudamos en el miedo para encontrarle “3 pies al gato”, para huir antes de sufrir…
Lo chistoso, es que yo también tengo miedo, tengo tanto miedo como cualquiera a mí alrededor, pero antes de temer a que me lastimen, le tengo miedo a no vivir por miedo; esa era (o es) la clave de lo que yo soy, el no quedarme con lo que pienso con lo que siento.
Entendía a mi “niño estelar”, lo entendía tanto que podía justificar que me hubiera hecho llorar, lo entendía tanto que podría tomarle la mano y en ese instante besarlo y sin embargo, jamás lo haría.
No podía, ni puedo quitar sus miedos, y tampoco se si quiero hacerlo, talvez, yo era igual de egoísta al buscar a alguien que no era “viable” (por aquello de la falta de disponibilidad), pero sabía que quería escuchar de nuevo su voz, que añoraba sus risas, sus “palabras”, la forma en que sonreía ante el monitor (aunque yo no lo viera), la forma en que me hacía despertar.
Estaba llorando como la niña que siempre he sido, pero no solo por mi dolor, lloraba, por que a todos nos han herido y por ese mismo dolor nos hemos vuelto ogts y hemos herido, hemos aplastado y desdeñados los sentimientos de alguien mas.
Lloraba por que veía con tristeza como desaparecía de nuestro ser la capacidad de amar, lloraba por que el futuro de los niños sería solo el del “amor virtual”, pues SIEMPRE habría alguien a quien han hecho llorar.
Olviden por un momento el miedo, y por favor… aprendan a amar..!!!
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