Hace mucho tiempo....

Hace mucho tiempo, conocí a un hombre, era un hombre bueno (a mis ojos siempre lo fue). De él, aprendí tanto...

De él aprendí a no darme por vencida, a luchar hasta el último aliento, aprendí, que puede más una voluntad firme que cualquier pronóstico, aprendí a llorar y a sentir, pero creo que lo más importante, es que aprendí a no tener miedo...

Hoy, como muchos de estos días (nublados, lluviosos), lo recuerdo y si... lo siento a mi lado...

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A la edad de seis años, Sergio fue al médico con su madre, después de algunos estudios, el médico los mandó llamar, hizo que Sergio esperará y habló con su madre:

-Señora, temo informarle que debe de consentir mucho a este niño, pues su pronóstico de vida no es bueno, él no llegará a la edad adulta, ni siquiera a los 10 años, así, que mi recomendació, es que deje disfrutar a este niño de la vida.

Tras de la puerta, el niño escuchó y al no entender lo que decían, se dijo así mismo que esto no pasaría...

Era el año 1927, la medicina, no tenía los avances de nuestro tiempo, las familias, vivían día con día los recuerdos de una revolución y eran justo estos los que los impulsaban para salir adelante.

Se mudaron de León a la capital y el pequeño niño fue creciendo, como cualquier niño, con sueños ilusiones, días buenos y días malos, digamos una infancia normal.

Una tarde de escuela, su madre salió al mercado y lo encontró ahí, tirado junto a las vías del tren.
-Que haces aquí deberías de estar en la escuela
-Es que no pude llegar, me dolieron mucho las piernas y ya no pude caminar
-Pues mañana te levantas más temprano para ver si así si llegas.

No hubo compasión en su palabras, no hubo un apapacho, ni una mirada, la escuela estaba a 5 minutos caminando y él no llegó, pero... aprendió una valiosa lección.

Creció, se casó y tuvo hijos, incluso nietos...

La relación que pudo tener con cada uno de ellos fue tan distinta como cada uno de ellos, pero no por eso menos especial.

Sereno y confiado, siempre seguro de sus palabras filosas como navajas, hirientes como la más poderosa de las armas, carismático, aunque de un carácter fuerte... luchador...

Un día, el más triste de mi vida, él vino a mi, me puso la mano sobre el hombro y me dijo
- No llores, mejor canta... así sanaras tu alma.
Lo hice y entonces aprendí a cantar.

Aún recuerdo su mirada, su sonrisa burlona, sus ojos verdes, sus dichos, el esfuerzo por caminar, por bajar esas escaleras. Aún, puedo verlo sentado en la mesa, dibujandome algún águila explicándome la política... Si.. yo lo veo y lo siento, le recuerdo enseñandome los juegos del poder, enseñándome a sacrificar peones para salvar a un rey... Lo veo sentado, sobre ese reposet pseudo verde, sosteniendo mi libro de matemáticas, o diciéndole a mi madre que esos colores eran un obsequio que él me quería dar a mi.

Es curioso, puedo pasar por esa calle que tanto me hizo mal y no veo tristeza, lo veo bajando cuidadosamente de su cochecito blanco, con sus piernas estiradas, casi sin doblarlas, izquierda, derecha y arriba.

Recuerdo su rostro serio, como cuando algo pasaba... podía ver dentro de su mirada, como tomaba el problema y lo desmenuzaba en hilitos, hasta encontrar un solución.. si.. también lo recuerdo callado.

Lo recuerdo bromista, riendo a carcajadas, aunque a veces me prgunto si sería como Garrick... Él me dijo una vez, -no dejes que vean tu tristeza, tomo una lágrima y la seco...

Si... lo extraño a mares, pero de este gran hombre aprendí valor, aprendí amor, aprendí que la vida es una suma de batallas para la cuales hay que estar preparado, que al miedo solo se le vence enfentándolo, que la muerte, es vencible si se está preparado, que trascender está en nuestras palabras y en nuestros actos...

Si.. lo acepto... a 20 años de su partida lo extraño, pero se que solo necesito cerrar un poco mis ojos y de reojo mirar tras mi hombro, para saber que él ahí esta....

Gracias, por ser un ejemplo de vida, por vivir plenamente, por ser un SER HUMANO, por no dejarte atrapar por los hombres grises, gracias desde lo más profundo de mi corazón.